Mi infancia transcurrió en Viedma y desde que tengo uso de razón, armar el arbolito en mi casa era una apasionante aventura, algo así como “la búsqueda del tesoro”.
Con mi mamá y mis tres hermanas nos disponíamos cada año a buscar el árbol (que nunca tenía un lugar asignado) así que empezábamos por arriba del placard de mi mamá y terminábamos por el lavadero, recorríamos toda la casa. Realmente no recordábamos dónde lo habíamos guardado al desarmarlo, ni en qué condiciones.
Encontrar el árbol nos daba felicidad, entonces ya todas juntas sentadas alrededor del tesoro, abríamos la caja de sorpresas: el árbol
Nuestra alegría duraba un ratito porque en ese momento comenzaba la aventura de revisar las luces que casi nunca funcionaban, los adornos que habíamos guardado rotos del año anterior y a armar el pesebre al que cada año le faltaba o se rompía alguna parte esencial.
Debo confesar que ese mismo día el árbol no quedaba terminado porque siempre había algo que reponer o reemplazar.
Sumado a que resolver estos pequeños imprevistos empañaban el hermoso ritual familiar que suponía armar el árbol entre todas.
En nuestra vida diaria muchas situaciones cotidianas también implican rituales como armar el arbolito y está es la analogía que quiero compartirles hoy:
-Rituales o rutinas de compras; de preparación de comidas; de guardado de la ropa; de limpieza, entre otros, en las que nos encontramos con dificultades parecidas.
Sin pretender comparar directamente ambas situaciones, considero que el armado del árbol navideño es una gran oportunidad para reflexionar sobre el valor silencioso e invisible y a la vez poderoso que tiene el orden en todo lo que hacemos en nuestro día.
Hoy, en perspectiva, pienso que realmente con un poco más de organización en mi casa, el disfrute habría sido otro, así como el tiempo y energía que nos llevaba todo ritual.
Algunas cosas que desde que armo mi propio árbol a hago algo diferente:
• Revisar las condiciones de lo que guardo, tirar lo que no sirve y reparar lo que si.
• Asignar a cada cosa un lugar especifico, incluso dentro de la misma caja: adornos, luces, pesebre, guirnaldas, etc
• Señalizar o rotular la caja o bolsa o canasto y ponerlo en algún lugar que no sea de fácil acceso ya que es algo que no usaremos hasta el siguiente año.
Como en el armado del árbol, el orden en una casa es una unidad en si misma, donde todo tiene que ver con todo, en la medida que tengamos esto presente a la hora de organizar, la dinámica fluirá y el resultado será un árbol bello, completo y a tiempo.
La organización genera la armonía que sostiene desde lo mas cotidiano y práctico, hasta lo mas ocasional y trascendente.
Les aseguro que el “árbol de navidad” es eso que hacemos todos los días, todos los meses o una vez por año y que en cada oportunidad nos decimos a nosotros mismos, para la próxima lo voy a planificar y organizar diferente.
Cómo digo siempre, el desafío es empezar, porque cuando empezamos a “habitar” espacios ordenados, todo funciona mejor, tenemos más tiempo para nosotros y disfrutamos más de lo que hacemos.
Buscamos formas de mejorar continuamente nuestros lugares y nuestras rutinas, porque el foco no está en arreglar sino en prever qué cosas suman a nuestro bienestar.
Armar el árbol navideño es algo que hacemos una vez al año, si pensamos nuestra casa como el árbol que habitamos y lo regamos a diario, con planificación, organización y orden, les aseguro que tanto el ritual anual, como el día a día, lo vamos a vivir mas y mejor en familia.
Espero de corazón que lo disfruten, ese es mi mayor propósito desde este espacio: que puedan encontrar el mejor árbol de Navidad y que armarlo y desarmarlo ¡Sea una fiesta!
Comentarios