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La cara más dramática de la pobreza se ensañó con unos sesenta vecinos del barrio La Movediza

Habitan ranchos de chapa en dos manzanas comprendidas por Azucena, Falkner, Alvarado y Rodríguez. Una manguera, que comparten entre ocho familias, es la única fuente de agua. Tampoco tienen conexiones de luz. El día se les va entre juntar algo de leña seca, rescatar comida del Relleno Sanitario y cuidarse de los rateros. Necesitan de todo, pero principalmente, volverse visibles para el Estado.

Mariano Leunda

A pocas cuadras del Plan Federal I de La Movediza, se divisa un caserío donde abundan las carencias. Está ubicado sobre dos manzanas, delimitadas por Azucena, Falkner, Alvarado y Rodríguez. El corazón es la cuadra de González Pacheco, donde jefes de familia, mujeres y hombres jóvenes, se las rebuscan para subsistir.

Son 62 en total, entre adultos y niños, integrantes de ocho familias. Enfrentan días crudos, en los que se conjugan el frío, la precariedad de las viviendas, la falta de calefacción, la ausencia de servicios básicos como agua y luz, y las dificultades para poner el plato de comida arriba de la mesa todos los días.

Viven en casillas de chapa, algunas tapadas con nylons para atajar las filtraciones. El piso es de tierra y se embarra cuando llueve. Las ventanas –cuando hay- dejan pasar el viento fuerte del descampado.

El frío exacerba aún más el drama cotidiano. La mayoría cuenta con una salamandra y junta leña para prenderla. Cuando no hay, los trapos, zapatos viejos o plásticos sirven para la combustión. Eso sí, hay que atenerse a las consecuencias de esas quemas no aconsejadas.

Entre todos, Yésica y sus dos hijas de 7 y 12 años atraviesan la situación más difícil. Sólo cuentan con un bracero, es decir, una lata de chapa que prenden afuera, aguardan a que se formen brazas y luego ubican en el único ambiente de su hogar. El calor se extingue rápidamente, pero la contaminación por el humo persiste por horas.

Leña, frazadas y calzado –sobre todo botas de goma- están entre las prioridades para estas familias que, cuando llueve, no pueden salir al barrial que se forma en las calles. Esos días, los chicos faltan a la escuela y entonces, se pierden el plato de comida caliente del comedor, pero también la posibilidad de forjarse un futuro superador. Estos padres lo saben, y aseguran que la importancia de la escolarización va más allá de la constancia que deben presentar para cobrar la Asignación Universal por Hijo, unos 1650 pesos mensuales por chico.

Por falta de vacantes en las escuelas de La Movediza, tuvieron que anotar a los niños en Cerro Leones y en la Escuela 22. Esa situación obliga a Facundo, de sólo 12 años, a cruzar la ruta en bicicleta. Su madre vive con el corazón en la boca.

La primera pobladora

Hace 6 años, Andrea Simons llegó al barrio con una niña pequeña y embarazada. Desde ese momento, reclama la extensión del agua y el servicio de energía eléctrica, además del alumbrado público que sólo es una realidad por Azucena. “Es una boca de lobo”, remarcó.

Contó que después de mucho esperar, la semana pasada la Secretaría de Desarrollo Social del Municipio entregó 60 kilos de leña a cada familia. En dos días, se les había terminado. Sumado a eso, debieron salir a buscar ramas secas para encender los troncos verdes –y grandes- que les dejaron.

Por otro lado, la mayoría de estas familias vive sin cocina y tampoco accede al gas envasado. Por caso, ayer al mediodía se organizaban para preparar un gran guiso con lo que podía aportar cada uno.

Es difícil tener a los niños adentro, por esa razón los abrigan y los dejan salir. Además, es verdad que cuando pega el sol, hace menos frío afuera que en el interior de las casillas de chapa. Si el clima está muy feo, los llevan a las casas de otros familiares, hasta que mejore.

Andrea pidió hace un año bloques, en el marco del programa de Mejoramiento  de Viviendas (Promev) del Municipio, pero nunca se los entregaron. “Me anotaron. Supuestamente, tengo que esperar”, dijo y describió que a sus hijas las baña en la casa de su mamá para que no pasen tanto frío. Mientras esperan alguna ayuda, las tres comparten el único colchón que hay en la casa.

La vecina más antigua de este caserío, que cuenta con el Certificado de Vivienda Familiar que le entregó el Registro Nacional de Barrios Populares, aseguró que la casilla tiene una vida útil de tres años, porque las maderas se pudren y las chapas se desploman. Ella ya construyó dos y anhela que la próxima pueda ser, al menos, de bloques o planchones.

El “baño seco”

En plena conversación por la situación habitacional y con total naturalidad, Cintia Telles admitió que “la mayoría de los vecinos comemos del basural. Nuestros hijos van, y algunas madres van a hacer changas porque con la Asignación no podemos vivir. Estamos escasos de trabajo todos”. Ella cuidaba a una señora que falleció este año y desde entonces se quedó sin empleo.

“Es nuestra rutina diaria”, resumió Cintia sobre las visitas nocturnas al Relleno Sanitario y la búsqueda de leña o cualquier otro combustible que puedan tirarle a la estufa. Así, mal comidos, mal dormidos y con tantas necesidades por cubrir, tampoco tienen tiempo para capacitarse o buscar empleo. “No hay changas. Tiramos currículums con las vecinas. Podemos salir a cocinar; tenemos capacidad mental, no nos falta”, advirtió.

En esas travesías hasta el Relleno Sanitario, “un hombre que encontró en la ruta a mis hijos, nos hizo un baño seco a los vecinos”, destacó y describió el funcionamiento: la materia fecal se recicla con aserrín o cenizas y la orina va a otro depósito. “No se mezclan las cosas y no hace olor, pero es de pallets”, reseñó sobre el dispositivo que comparten seis familias.

La lapicera

Estos vecinos en situación de extrema vulnerabilidad destacaron la buena atención de las asistentes sociales de La Movediza y Cerro Leones, aunque aseguraron que no los visitan desde el año pasado. “Te anotan, pero de ahí a que te manden algo. No hay recursos”, concluyó Cintia Telles.

Hasta allí llegan los militantes de Patria Grande, quienes consiguieron un colchón para una familia afectada por la inundación de su casa durante el temporal de la semana pasada.

“Necesitamos una ayuda porque estamos olvidados. No tenemos ni agua”, resumió Cintia Telles y señaló que la convivencia entre los vecinos es buena, pero las mismas necesidades llevan a que “si pestañeas, te llevan la garrafa. Siempre anda el ratero”.

Nota proporcionada por :

  • ElEcodeTandil

1 comentario

  • Se que hay mucha gente en situación complicada (y que no se puede atender todo), pero … Miguel, teléfono ! te están llamando. Media pila que para otras causas (como aumentar impuestos o la hora de estacionamiento, o mandar a arreglar calles detonadas que dejaron en la desidia por años) están al pie del cañón.

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