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Leña verde

El Eco

La leña verde no sirve. No debería siquiera llamarse leña; es árbol recién cortado, gajo latente, rama que se dobla.

No hay que ser un experto para saber qué pasa. Todos hemos prendido alguna vez leña verde. O mejor dicho, lo hemos intentado. Y no hay manera. No hay papel que la encienda ni combustible que la avive. Más temprano que tarde el fuego se irá muriendo. Nos queda un humo espeso, un olor rancio que penetra la nariz, la ropa, la garganta.

Irrespirable. Nos queda un tronco ennegrecido que ni carbón. Ni leña. Ni madera. Ni nada. Nos queda un dolor de cabeza.

La leña verde es un lujo para el que puede esperar. Para el que tiene el hoy resuelto y prevé el próximo invierno. Para el que sabe que vendrán los días de sol y de viento cálido, que oreará la rama y la astilla, que se llevará la humedad y sus desgracias. La leña verde es hambre de hoy y pan para mañana.

Hace falta mucha leña seca, de la buena, para que la verde sirva para algo. Para que se queme sola, de a poco, a su ritmo. Siempre con un fuego al lado, que esté vivo. Muy vivo, porque si no, también lo apaga.

La leña verde es un fracaso, una frustración, un engaño.

Después de mucho pedir, a las ocho familias que habitan a pocas cuadras del Plan Federal I de La Movediza, el Estado les llevó leña verde. Sesenta kilos de leña verde para cada familia. Así lo dicen. Si fuera seca, hubiera alcanzado para dos días. Verde, ni eso.

Fue lo único que les llevó el Estado a estas 62 personas, la mayoría niños. No tienen agua: apenas una manguera para todos. No tienen luz. No tienen asfalto ni seguridad ni salud. No tienen gas. Por eso, para ellos la leña es lo más parecido a la vida. La leña es la que calienta el guiso o la sopa, cuando hay. La leña es un poco de calor, para sentarse al lado de la salamandra improvisada y engañar un rato al piso encharcado y frío, al viento que se cuela entre las chapas y el nylon, a la helada que cae del techo como agujas sin remedio. La leña es como un sol, mínimo y propio, cuando todo sigue siendo ajeno.

El Estado, que una vez al año llega con un formulario donde toma nota de necesidades y urgencias y no vuelve sino hasta el otro año para volver a anotar lo mismo, les llevó leña verde. La que es pan para un mañana que no llega nunca.

Un Estado que responde con leña verde a un pedido desesperado, es como la propia leña verde: humo y frustración. Es un apuro donde la espera; es un engaño donde la ilusión.

En la escuela nos enseñaron que el Estado somos todos. Nos enseñaron nuestros derechos mínimos que nos debe garantizar ese Estado.

Qué lejos que estamos de eso.

Qué verdes que estamos todavía.

Nota proporcionada por :

  • ElEco

Comentarios

  • Muy buena la nota de opinión. La comunicación como herramienta para dar visibilidad a actores sociales imperceptibles a los ojos del estado.

  • En La Porteña hay varios casos tambièn. No tienen agua. No tienen gas. Sòlo tienen luz. Sòlo falta darse una vuelta por la zona. La conozco bastante porque allì hay una familia con varios pibes que, con ayuda de la escuela 33 y unos cuantos amigos personales, pueden vivir con una sinnúmero de elementos esenciales que no están.

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